Hace unos meses nos hacíamos eco en este blog del cambio en la nomenclatura de las calles que el ayuntamiento de la ciudad había aprobado como medida de respuesta al movimiento social de Jaén, que desde distintos ámbitos venía exigiendo desde hace años que debían desaparecer los nombres de calles vinculados a la memoria de la dictadura y el franquismo.
Después de un tiempo, vemos como al día de hoy esos cambios no se han hecho efectivos y es por eso que sigue habiendo en Jaén barrios cuyas calles se nominan con nombres tan significativos como 18 de julio, 1º de abril, etc., nombres todos que recuerdan al pueblo de Jaén, un pueblo humide y trabajador, que tuvo que vivir durante cuarenta años sometido al designio político de sus verdugos, los franquistas y derechistas que se levantaron en armas contra la II República.
Una de esas calles de las que hablamos recuerda, por ejemplo, a Onésimo Redondo, el fundador de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (JONS), un grupúsculo de reconocida inspiración nazi que se fusionó con la Falange en 1937. Es una vergüenza que Onésimo Redondo, héroe del neofascismo español, siga teniendo una calle en Jaén (aunque el cambio en el callejero le hará pasar al olvido del que nunca debió salir). Nuestra ciudad no se puede permitir una placa que recuerde a un reconocido admirador de Hitler y el nacional-socialismo, la ideología criminal por excelencia.
Tampoco se merece Jaén que haya una calle que recuerde a la División Azul, el cuerpo expedicionario mandado por Muñoz Grandes, que estuvo combatiendo junto a las divisiones nazis en el frente oriental. Para qué recordar a todos aquellos que apoyaron el proyecto político de la Alemania nazi, que hubiera sometido a toda Europa a un régimen criminal y genocida del que afortunadamente nos libramos por la acumulación de fuerzas antifascistas.
Al igual que nos resulta vergozoso que hoy en día siga habiendo una calle de nombre Cruzada, nombre que la iglesia católica le dio al alzamiento fascista. Cruzada, bendecida por el Papa y la jerarquía catolica, que pretendía demonizar a todos aquellos que decidieron plantar cara a los privilegios de un capitalismo caciquil y asesino que en España siempre contó con el beneplácito del clero católico. Un clero que siempre se posicionó a favor del poder y de los privilegios y al que también combatió Franco, pues quién recuerda que el dictador, tan religioso él, se encargó de fusilar a todos los curas vascos que estaban en contra del proyecto fascista-españolista... Esos fusilamientos de sacerdotes no les interesa recordarlos, claro.
Y otro vestigio del régimen es el Cuartel de Simancas, núcleo del levantamiento fascista en la ciudad de Gijón, que fue reducido a escombros por los mineros y trabajadores que pelearon para que Asturias, región obrera por excelencia, no acabase en las manos del ejército español, defensor de un régimen capitalista de explotación y miseria contra el que la clase obrera de todo el estado se había enfrentado firmemente durante años y años.
¡Por un callejero sin nombres fascistas! ¡Fuera de la vista símbolos fascistas!
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