Si hiciéramos un profundo análisis de los hechos que en el siglo pasado propiciaron el auge del fascismo, llegaríamos a la conclusión de que el fascismo es una herramienta o una respuesta que adopta el capitalismo en un momento de crisis grave.
En nuestros tiempos, sin embargo, la situación es significativamente diferente.
Las manifestaciones del fascismo en nuestro contexto político se han visto alteradas. Hoy nos encontramos con movimientos fascistas que disfrazan su mensaje electoral, mediante propaganda populista que enmascara la verdadera naturaleza de ciertos partidos fascistas.
Otra manera de incidir en el contexto político de hoy es la influencia que la extrema derecha tiene sobre los partidos institucionales. Y es que partidos como Plataforma per Catalunya (PxC), con su discurso xenófobo, hacen que la derecha en Catalunya esté reforzando su discurso también hacia la xenofobia para recoger un abanico más amplio de votos.
Esta manera oportunista de actuar, ha hecho posible, por ejemplo, que en Badalona Xavier García Albiol, cabeza de lista del PP, obtuviera la alcaldía, mediante una campaña abiertamente racista y enfocada contra la población gitana y rumana.
Desviar la atención de la crisis económica, culpando de los problemas a las personas inmigradas con mitos xenófobos —como, por ejemplo, acusándolos del colapso de la seguridad social; de ser los responsables de los problemas de seguridad ciudadana; inventándose que son los principales receptores de las ayudas sociales; diciendo que vienen a nuestros países para robarnos literalmente el trabajo, etc.— son los argumentos que utilizan los nuevos movimientos fascistas.
Es también la estrategia que ha seguido la derecha para acaparar el poder y así justificar la privatización de los servicios públicos y los recortes.
Las campañas xenófobas y populistas ejercidas por el PP, dan justificación y respetabilidad a partidos disfrazados pero realmente fascistas como PxC.
Corremos el riesgo, con la aceptación de los argumentos xenófobos, de que el fascismo pueda desencadenar su verdadera naturaleza: promover la superioridad étnica o nacional y el odio racial; imponer regímenes de control dictatoriales; restringir los derechos a clases sociales que chocan con sus principios o que disienten de su ideología.
En Francia el Frente Nacional de Jean Marie Le Pen se ha infiltrado en la esfera política, presentándose como una fuerza respetable —bajo un mensaje populista—, criminalizando y culpando a los inmigrantes: hoy ya es la segunda fuerza política de Francia. En Italia, la Liga Norte participa y apoya al Gobierno de Berlusconi.
Bajo una falsa identidad con apariencia “democrática” los dirigentes de PxC también se ponen trajes, para proyectar imágenes respetables. Dando discursos abiertamente xenófobos, aprovechando el malestar social creado por la crisis económica no dudan en culpar a los recién llegados de las penurias de occidente con argumentos populistas, sin hacer ningún análisis de los porqués de los flujos migratorios.
Los partidos de extrema derecha, siguen utilizando la violencia y los enfrentamientos físicos y directos para intentar disuadir a los movimientos antifascistas. Tenemos ejemplos en Vilanova i la Geltrú o Sitges, poblaciones en las que activistas que participan en movimientos de denuncia de las candidaturas fascistas han sufrido agresiones.
No es de extrañar encontrarse dentro de las listas de PxC integrantes vinculados con movimientos neonazis o imputados judicialmente por delitos de agresiones o vinculaciones a organizaciones terroristas de extrema derecha.
Tenemos ya a las puertas de nuestras casas el peligro que conlleva el movimiento fascista, que en Catalunya, ya está experimentando una aceptación y ahora, desgraciadamente, se encuentra con fuerzas para presentar PxC a las legislativas estatales.
Sólo revelando la verdadera cara que esconden los nuevos movimientos populistas y fascistas —que buscan una legitimidad y respetabilidad como “demócratas”— de nuestra sociedad, podremos frenar y evitar los errores que nos hicieron sufrir genocidios, dictaduras y represión durante diferentes décadas del siglo pasado.
Sergi Hernàndez es militante de En lluita / En lucha.
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